En la Puebla de Cazalla, a partir del miércoles, 5 de agosto de 1936, fue cuando empezaron a sacarse grupos de la cárcel para ser eliminados.
En esa primera semana tras la ocupación, se llevaron a cabo numerosos registros
y detenciones. La primera obsesión del brigada Santos era encontrar armas que suponía
escondidas, pero las que se presentaban en la comandancia pertenecían a personas de
derecha. El jueves, 6 de agosto, promulgó otro bando:
Por última vez requiero a este vecindario para que en el plazo
improrrogable que terminará a las siete de la tarde del día de mañana, sean
entregadas todas las armas que aún tengan en su poder; para ello deberán
125 JMPC. RC. Libro 53. Inscripción 14.4.80; AMPC. Libro 44. Registro de Salidas. 16.12.38 y Leg. 103,
Libro de Quintas, reemplazo 1929). El concepto “desaparecido” o “en ignorado paradero” se utilizaría
masivamente para ocultar muchos asesinatos.
126 JMPC. RC. Libro 53. Inscripción 5.8.36 y testimonio oral de Ángeles Contreras Moreno.
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depositarlas en la calle. No será disculpa para el cumplimiento de este bando el
haber tirado las armas al pozo o tenerlas escondidas en el campo, pues en un
caso y en otro deberán buscarlas y entregarlas.
Seré durísimo en la aplicación de la pena de muerte en que incurran los
que no cumplan lo ordenado, una vez hechos los registros consiguientes, pues
con este nuevo plazo no habrá justificación alguna.
Puebla de Cazalla, 6 de agosto de 1936.12
Y la represión se intensificó. En la madrugada del día 7, a las tres, un numeroso
grupo de detenidos son sacados de la cárcel y asesinados en el cementerio.
En la madrugada siguiente, 8 de agosto, se llevó a cabo una nueva saca, también
numerosa
Hasta ese sábado, el juez municipal José Segura, anotaba en el libro de
defunciones los nombres que le traía el alguacil, Rafael Chía Muñoz, firmando como
“testigos” los falangistas Cristino Raya Mármol y Manuel Conde Quero. Pero a partir
del lunes, siguiendo las órdenes del Comandante Militar, se dejó de inscribir en el
registro a los asesinados.
No parecían suficientes más de 60 huérfanos y numerosas viudas. La máquina
del terror siguió funcionando con más intensidad aún. El domingo día 9, santificaron la
fiesta y fueron todos también a una nueva misa improvisada, pero en la madrugada del
lunes, un camión recogió a otro numeroso grupo de detenidos y emprendió camino
hacia Dos Hermanas. Al llegar a la salida de La Puebla, cerca de la bodega de Fuentes,
Manuel Macías Hormigo, conocido por “Triguito”, saltó del camión y consiguió escapar
de la muerte. Pese a la insistente búsqueda y registros que llevaron a cabo, no lo
capturaron. El resto, fue asesinado y enterrado en la fosa común del cementerio de Dos
Hermanas. Entre ellos iban:
- Antonio García Suárez, de 53 años, que había sido maestro de obras en el Ayuntamiento;
- Juan Montesinos Jiménez, el concejal socialista, matarife, de 52 años;
- Gregorio de la Rosa Hurtado, de 61 años, maestro de molino;
- José Sánchez Ruiz
- José Sánchez Chía hijo del anterior;
- Manuel Navarrete Martos, de 29 años,
- Francisco Asencio Gutiérrez, de 34 años.
Todos casados y con más de 20
nuevos huérfanos.
Al igual que sucediera con “Triguito” (Manuel Macías Hormigo), también
escaparía a la muerte “el Niño Chico”, el carpintero Antonio Segura Gómez, quién
pese a los numerosos disparos que le hicieron al saltar del camión, consiguió sobrevivir
y huir a zona republicana.
2 JMPC. RC. Inscripciones de 19.11.37; 28.1.37; 16.5.41; 29.5.46; 28.10.46 y 29.8.80. José Sánchez
Ruiz, vivía en la calle San Pedro y no fue inscrita en el registro civil su muerte. Debo la información a
Juan Santos. También agradezco la información facilitada sobre Gregorio de la Rosa a su hijo
Buenaventura y la confirmación de que el cadáver de Juan Montesinos fue visto en Dos Hermanas, a su
hija Remedios. Respecto a Francisco Asencio Gutiérrez, casado con Mercedes Martos Asencio, fue
inscrito el 29.8.80, con fecha de fallecimiento de 9.8.36 y como suele ocurrir en muchas inscripciones
tras la llegada de la democracia, se producen muchos errores en cuanto a la fecha de la muerte. Creemos,
toda vez que el domingo 9 no hubo fusilamientos, que formaría parte del numeroso grupo de la
madrugada del 10.
Fuente: José María García Márquez, La represión militar en la Puebla de Cazalla (1936-1943)
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