Joaquín Mejías González, a los 33 años de edad.
Nace a las 11 de la mañana del día 7 de diciembre de 1896 en la calle Marques del Duero, nº 56 (hoy c/ Botica). Su padre Joaquín Mejías Franco conocido por “Cavanoches”, su madre Patrocinio González Bando de la familia de los “Piriñal”. Su infancia practicamente es en Las Pedreras, donde sus padres han construido una excelente vivienda debido a su prosperidad económica por la industria extractiva de la piedra caliza, de la que todos conocemos por “Cantera de Cavanoches”. La seriedad comercial de su padres, en la venta de albero y cal, le hacen de las “canteras” con más trabajadores de Dos Hermanas. Allí todo el mundo está contento de trabajar con “Joaquín Cavanoches”. Nuestro biografiado aunque se cría bien, hablando en términos castizos, también conoce la dureza del trabajo y el sudor que cuesta el pan. Cuando termina sus deberes escolares y se forma el hombre, trabaja con los demás en la cantera. Su estatura y cuerpo atletico le hacen un operario de primera clase, que unido a su simpatía y humanidad, se granjea la amistad de propios y extraños. Con la ayuda de su padre compra dos camiones, que aparte de trabajar en la cantera, también se dedica al transporte vario en Dos Hermanas,
siendo uno de sus clientes los hermanos Lissen Hidalgo en sus almacenes del aderezo de la aceituna de mesa. Republicano Federal en sus ideas, pero suave de expresión de la misma, aunque no desdeñaba el debate cuando era necesario en defensa de su ideal. Casa el 16 de diciembre de 1923 con Isabel López Cárdenas, natural de Morón de la Frontera y vecina de Dos Hermanas en la Hacienda de los Adaines, donde su padres Rodrigo López García, ejerce de capataz. De este matrimonio nacen dos hijas Isabel y Patrocinio.
Con el advenimiento de la II República el 14 de abril de 1931, las ideas emergen y también los odios y la envidia; nuestro biografiado era objeto de todo esto, propio de la pobre condición humana de sus enemigos. No le hacían frente, ni en el campo del honor ni en el de la razón, en ambos eran vencidos. Desde la sombra esperaban su oportunidad y esta llega el 18 de julio de 1936, al triunfar los fascista el 20 de julio con su escuadrón de caballería. Fue castigado por éstos, no sólo a presenciar los asesinatos de sus compañeros en Barranco, sino también a transportarlos con su camión al cementerio de nuestra ciudad y le habían advertido que él sería el último. Cruel castigo ideado por mentes diabólicas; así en la madrugada del 15 de septiembre de 1936, su casa en la calle Esperanza fue rodeada por unos quince falangistas, siendo detenido y conducido al cuartel de la Falange, sito en la antigua Fonda de Campos (donde hoy está la Caja Postal en la esquina de la calle Real Sevilla, aunque hay parte del nuevo acerado que antes ocupaba dicho edificio, luego fue Sindicato Vertical). Mientras era conducido al mentado cuartel, su esposa intentó llamar por teléfono a los hermanos Lissen Hidalgo ara que mediaran ante el hecho que estaba en aqueos momentos ocurriendo; cual no sería su sorpresa al no tener el aparato tono alguno y es que la casa tenía un retén de falangistas que habían cortado con las bayonetas los hilos del mismo. Nuestro biografiado en su caminar sabía que aquello de “vamos a hacerle unas preguntas de rutina” no era cierto y fue ideando agredir a los falangistas, y este momento llegó al entrar por las puertas del cuartel. De sendos puñetazos derribó a los dos que le custodiaban y rápido se metió en una de las dependencias falangistas cerrando por dentro, donde había un armero con varios mosquetones que él sabía manejar por haber sido soldado del reemplazo de 1917 en Sevilla; pero no había balas en los mismos ni por toda la estancia. Mientras tanto, y por una claraboya que había por la calle, a la altura donde hoy está el “Kiosco de Paco”, sus captores le hicieron fuego en repetidas ocasiones, y así acabaron con su vida. Murió de forma honrosa: luchando en defensa de su vida y sus ideales. Fue envuelto su cadáver en una manta e introducido en el tristemente famoso “cochecito Leren” y llevado al cementerio sobre las 4,30 de la madrugada y arrojado a la fosa común. Tenía exactamente 40 años de edad en el momento de su asesinato. Su temperamento y hombría le liberaron del fatídico paredón de Barranco. Digno hijo de nuestro pueblo. A su viuda e hijas les fueron confiscados los dos camiones, herramientas de trabajo de su esposo y sostén de la familia. Se marcharon a Sevilla al calor de su hermana, y con mucho sacrificio pusieron un puesto de tortas en la calle San Luis. Y pasaron los años... Vino la victoria, no la paz. El tiempo no borra estos hechos, solo a las personas que carecen de conciencia se les olvidan.
Autor artículo y foto del archivo de: José Sánchez Gutiérrez, publicado en la Revista de Feria Cultural de Dos Hermanas.
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