Ultimos Posts

6/recent/ticker-posts

1936 Bellavista, Un relato en primera persona de Joaquín Nieto Moreno

Lo cortés no quita lo valiente. Dicho popular


Ateneo de Bellavista años 30 del siglo XX


Podcast de la lectura de esta publicación

Me llamo Miguel, el carpintero, vine a Sevilla en 1924, desplazado con la empresa Cubiertas y Tejados, para realizar el fin de obras de los cuarteles de caballería e infantería que se situaban próximos al Hospital Militar, el que se encuentra frente a la Hacienda de Villanueva del Pítamo, en el término de Dos Hermanas. Tengo que decir que el término comenzaba en el antiguo cauce del Guadaíra, ese en el que Sevillana depositaba la carboncilla.

Por ese tiempo comenzaban a parcelarse los terrenos de «itálica isabelina», y me establecí en el lugar denominado Venta de la Salud, porque en el paso a nivel del camino, después nacional IV, de Sevilla a Dos Hermanas existió una casa con techo de pasto donde Salud la ventera dio nombre a estos lugares. Como era joven y con pocos medios, con otro compañero compramos un «cajón de aviación» y lo ubicamos inicialmente en el cerro, un trozo de tierra próximo a «Cuartos», lo dividimos en dos partes y construimos nuestro alojamiento.

El crecimiento poblacional de este lugar fue muy rápido, en un plazo breve de tiempo para1930 ya tenía 589 habitantes. Recuerdo los primeros años como idílicos, éramos como una familia que crecía rápidamente. Para el año 1931 ya éramos más de 1.000.

En mis ideales aquella vida era como el sueño del comunismo libertario. Durante esos años creamos una sección sindical, cuyo logro más grande fue unir a los arrieros en la defensa de sus intereses. Tarea difícil por aquello de arrieritos somos y en el camino nos veremos, que habla de un carácter ciertamente particular de estos hombres indómitos. Pero así fue, cómo los González, los Bozas, los Venegas, Paco de Morón y otros se entendieron con los patrones. También abrimos un Ateneo Cultural: qué buena persona D. Segundino Aparcero, y su vicepresidente D. José Cintas Vaquero, hombres de ideales universal Joaquín Nieto Moren El Ateneo de Bellavista les, de los que desean lo mejor para la humanidad, y el bienestar de la clase trabajadora. La unidad vecinal era una realidad. En 1931 una comisión de vecinos anduvimos hasta el Ayuntamiento de Dos Hermanas para pedir un colegio, teníamos una legión de chiquillos, más de 100, algunos atendidos de manera particular, otros por las calles entretenidos en juegos y ocurrencias. En Sevilla hubo mucho trabajo. Las obras de la Exposición, las obras públicas del Canal de Alfonso XIII, y los cuarteles, los hotelitos, los pabellones militares junto a la gasolinera de la Venta Ruiz. Bueno, llegaban a una obra y decían «¿cuánto ganas?», «tanto» decíamos, «pues yo te doy más», y se los llevaban. En el camino de la Mata del Chaparro, que después fue carretera de la isla Menor, tenía una finquita, «Los Manueles» D. Félix Sánchez-Blanco, el notario, un buen hombre que trataba muy bien a la gente, sobre todo sus hijas Paquita y Gracia, que después se quedaron en Bellavista donde tanto bien hicieron. Allí tenían una pequeña capilla, que es donde se hacían las misas y las comuniones. Cuando se oía la campanita salían para allá y en quince minutos se llegaba andando.

En fin, también teníamos la taberna del difunto Cándido, y a «Pepe el vinatero» que primero estuvo en la huerta de la «Cuesta el inglés» y después vino al cerro. Por donde los toros pasaban para la Venta Real de Antequera. Todos le ayudábamos a construir su nueva casa, y él nos obsequiaba con medio litro de vino. En el año 1933, con mis ahorros compré trescientos metros de tierra, con un cuerpo de casa de unos 60 metros cuadrados. Pagué 3.400 pesetas en escritura. Entonces los Miuras tenían arrendadas las tierras del Cortijo de Cuarto, al Hospitalito, de Utrera. Justo enfrente de mi casa, tenían un cerrado, donde está la gasolinera. Pero hacia 1936, dado que esto se llenó de personal, ya no pudieron quedarse, porque los toros se pasaban y era muy peligroso. Y se fueron a Lora del Río. En ese tiempo vino mucha  gente de cortijadas, de Villanueva, del Cortijo Cuarto, de San Esteban, del Coperuelo, Blanco Benítez, todos empleados que se asentaron cuando esto empezó aparecerse a algo más que campo. Pero el emblema de las construcciones y jardines fue la Venta Antequera. Y los chalets que se hicieron en línea siguiendo la carretera hasta el paso a nivel.



Esta foto está tomada justo delante de lo que hoy ocupa el Edificio Antequera. Esas casitas con jardínde la derecha han desaparecido muy recientemente. Al fondo junto con la «casa de la cartera» empiezan a aparecer otras nuevas. La de Pepe el Vinatero ya terminada, con su tejado a cuatro aguas, linda con lo que después conoceríamos como el Chalet de los americanos. Todas estas casas están delimitando la calle Feliciana Enríquez en el Cerro, como antiguamente se denominaba aquella zona del barrio. Detrás, una imagen inédita del silo encalado.

Así vivíamos, hasta que estalló el movimiento. Y algunos se volvieron locos. Creían que los iban a nombrar capitán general o que le iban a agradecer la maldad que destilaron. Nosotros los del sindicato, para saber qué pasaba íbamos a San Pedro, los de Dos Hermanas venían aquí, a la Salud, y los de Morón a Dos Hermanas. Pasamos cuatro días, que no encontramos a ningún dirigente sindical en Sevilla. Cuatro días en los que el general queipo de llano, arremetió contra la Sevilla constitucional. Pero nosotros aquí, tuvimos en esos días absoluta tranquilidad. No tomamos ningún tipo de acción contra nadie.

Pero cuando se supo que la capital estaba siendo controlada, se presentaron en nuestro barrio un pelotón de caballería al mando de un teniente. Los hombres estábamos escuchando la radio en una tabernita de la calle hoy Asensio y Toledo, y nos llevaron a la carretera antigua de Dos Hermanas, cerca de la Nueva Venta de la Salud, y nos echó un responso el Teniente: «No va a pasar nada, pero sed buenos. Pronto llegarán las tropas de Marruecos con el General Franco» Ahora volved a vuestras casas. Pero por la tarde, el niño de D. Antonio, el hijo de Felipe el de la Venta, y el hijo de un borrachín que vivía enfrente de la Venta la Salud nueva, se fueron a caballería y volvieron con mosquetones.

¡Uf. y se lio lo más grande! Estos arrimados a la sublevación, fueron a buscarme, revolvieron mi casa, soltaron a mis pajaritos y metieron miedo a mi mujer. Ella me mandó razón a casa de mi amigo El Viña que tenía vacas; en una de esas volví, cogí una manta, le di un besito y me fui corriendo con otros del sindicato y otros vecinos. En una noche llegamos de Los Manueles al término municipal de Las Cabezas de S. Juan. De día escondido, de noche andábamos. No sabíamos para dónde tirar. Si a Cádiz o a la sierra… pero al final volvimos. Cuando llegamos a la taberna de Pepillo Roldán en Los Manueles, un camión militar nos dio el alto, y nos subió a todos, hombres, mujeres y jóvenes. El teniente dijo que al suelo del camión, y a un jovencillo que levantó la cabeza, lo mandó llamar, y sentimos… plas-plas. ¡Ea ya se lo ha cargado! Entonces dijo, el que levante la cabeza, le pasa como a éste. Pero resultó que era sobrino del guarda de Lugar Nuevo, y su tío movió el cielo con la tierra para que se aclarase la muerte del joven. Nos mandaron después a todos los del camión a declarar. Me tuvieron cinco meses en un barco de los Ybarra, que le cogió el Movimiento, ya  pasado Bonanza y no pudo volverse. iba cargado de cemento. Lo pusieron en el muelle de la paja. Tuvimos que limpiarlo nosotros, y nos hicieron presos en las bodegas del barco. Aquello fue inhumano. Después supimos que todas las prisiones estaban llenas. La Provincial llena, el cine Jáuregui lleno, «Variedades» lleno, y los bajos de la Plaza de España llenos. Por eso pusieron este barco. La primera expedición que entró en las bodegas del barco fue la de Dos Hermanas y después Morón. Mientras todo esto me pasaba, en el barrio, aquellos tres y D. Antonio la habían liado. Metieron fuego al Ateneo. Y se llevaron por delante a D. Segundino, a Cárdenas, al jefe de estación de la Salud, a Curro Puya y a otros más. Tanto es así que cuando esmocharon al confidente de Rebollo, le llamó Dieguito el jefe de Falange de Dos Hermanas y a tortas le dijo a D. Antonio: ¡que no me traigas más a nadie! ¡que te estás cargando a medio Barrio! Su propia mujer le decía ¡no hagas eso Antonio! ¡No hagas eso Antonio! Después para escarmiento público, a las mujeres de los caídos y presos le dieron aceite de ricino, las pelaron y las pasearon por el barrio. El caso de Curro Puya, fue una venganza personal. Nosotros habíamos acordado en el sindicato que todos los trabajadores aquí tenían que tener el carnet. Curro Puya era el encargado de la Obra de los colegios. Y allí se colocó Antoñito Certeza el hijo de D. Antonio. Le dijimos «sácate el carnet todos lo tenemos».

Pero él se negó continuamente. Un día en la reunión del sindicato se acordó que el que no tuviera carnet sindical, no podría acceder a la obra. Así que como Curro Puya era el encargado le dijo a Antoñito: Sácate el carnet para trabajar. Al no hacerlo se le despidió. Cuando todo eso pasó en el revuelo del 36, fueron a ver a su madre los susodichos. No te preocupes dile a tu hijo que vuelva, que no le va a pasar nada. Tanto insistieron que la madre, se vació. Y fueron a Utrera a casa de su tía a por él. Cuando llegaron al barrio, dijeron «el que quiera ver a Curro Puya que vaya a la cuneta de la cuesta el inglés». Otro episodio que causó gran impacto fue la explosión de un camión cargado con treinta y tres bombas, que había salido del polvorín que había detrás dela estación de los Merinales, en la nave del Almacén de aceite del Cortijo de Casquero. Un italiano venía diciendo: «Huid, huid, huid». Salimos todos y llegando a caballería se oyó la explosión. Cuando volví, medio tejado había volado, y la ventana del comedor estaba en el suelo. Aquello fue terrorífico, pero no hubo víctimas. La casa de Perico la Chata quedó arrasada. Aquellos años fueron muy difíciles de vivir, además del hambre de la postguerra. Cuando oíamos un coche de noche, nos quedábamos expectantes. Con la respiración cortada. Hasta que pasaba o paraba en otra puerta.

Poco a poco se fue asentando todo, y la gente honesta pudo volver a respirar de nuevo. El devenir de los años hizo que estas heridas se curasen y que la sociedad de Bellavista, incluso con los descendientes de aquellos señores que aprovecharon su situación frente a los débiles, reconciliara sus gentes. Y nació una comisión de vecinos en el año 55 en donde se forjó una nueva visión social donde todos tenían un lugar. Todo lo relatado está grabado en el año 1981, meses después del intento de toma del Congreso por parte de Antonio Tejero. Cinta que permanece en mi poder.

Autor: Joaquín Nieto Moreno, publicado en la Revista Cultural de Feria de Dos Hermanas


Publicar un comentario

0 Comentarios