“¡TENDRÉIS ENVIDIA DE LOS MUERTOS!”
Foto aérea de 1956 del Campo de Concentración de
Los Merinales (Bellavista)
Para la transformación y puesta en cultivo
de las tierras bajas del Guadalquivir, y el
asentamiento colonero para su explotación,
fue necesaria una infraestructura hidráulica de gran envergadura; en primer lugar
para sanear unas tierras por naturaleza salobre, y posteriormente para aportar el
agua que intensificara la producción. El
canal era un viejo proyecto para el que también se llegó a pensar en su aprovechamiento energético y también que pudiera
ser navegable hasta Córdoba. Pero cuándo
y cómo llegó a materializarse es consecuencia del desarrollo histórico: la desactivación de la reforma agraria republicana y
la nueva orientación política del régimen
franquista, a la que no era ajena beneficiar
a quienes desde un primer momento lo
apoyaron, hicieron viable la idea de transformar 80.000 has. de secanos y marismas mediante el regadío. Conviene tenerlo
presente puesto que se produjo una inversión total de las ideas que motivaron los
planteamientos iniciales, y cuyo resultado
no ha sido otro que la estabilidad de la
gran propiedad, ahora con el valor añadido
de ser “latifundios de regadíos” con el
apoyo funcional del minifundio colonizador.
Pero una obra de esta envergadura (el canal principal del Bajo Guadalquivir, con 159 Km., junto a otros canales, embalses o poblados como el Torre de La Reina o Villafranco), tampoco sería posible sin la peculiar forma de ejecutarla, en un contexto en el que la sociedad se encontraba diezmada por la guerra, el exilio y la sistemática represión (“¡tendréis envidia de los muertos!”). Con las cárceles y todo tipo de instalaciones improvisadas llenas de prisioneros y presos, se ideó la Redención de Penas por el Trabajo como sistema para que el erario público no tuviera que soportar el peso de su inactividad productiva, y de paso para que “los que han destruido España, que la reconstruyan”, llevando hasta el extremo el carácter aflictivo de la pena y el escarmiento, físico y moral, ejemplar. El trabajo esclavo durante el franquismo fue una realidad de la que apenas tenemos conciencia, pese a ser un hecho de grandes proporciones, por esos mecanismos individual y socialmente asimilados que nos ha hecho mirar para otra parte si algo tienen que ver con el golpe de Estado del 36 o la consecuente dictadura militar. Una realidad que ahora empieza a esclarecerse por variadas iniciativas que intentan la recuperación y valoración de una memoria ocultada y menospreciada durante las últimas décadas. Son la respuesta social a este déficit de nuestra democracia que tiene una deuda moral y un compromiso para generar un conocimiento más objetivo de nuestra reciente historia y, al mismo tiempo, un reconocimiento social de las personas que sufrieron la represión en defensa de las libertades y de las utopías que harían posible construir un mundo más justo.
Entre estas iniciativas, la del “Canal de
los Presos”, impulsada por la CGT Andalucía, se ha fundamentado en un proceso
social en el que han tomado parte activa
ex-presos, familiares, investigadores, organizaciones e instituciones. A lo largo de
tres años se han realizado numerosas exposiciones, coloquios y programas audiovisuales que han contribuido a hacer a la
sociedad más sensible respecto a esta realidad ignorada: la que vivieron muchas
miles de personas en los campos de concentración en sus diversas variantes, particularmente los programados para el trabajo esclavo. De los varios campos que rodearon Sevilla, el de Los Merinales, entre
Bellavista y Dos Hermanas, ha sido el más
importante y el que más tiempo permaneció en funcionamiento (1940-62). Y por
ello, el lugar adecuado para la construcción
de un memorial-centro de interpretación
como mejor forma para que “conocimiento” y “reconocimiento” sigan cumpliendo
su función. Un lugar en el que se deposite
toda la documentación recopilada durante
este proceso, pero sobre todo la “memoria
viva” (historias de vida en formato audiovisual, fotografías, documentos, etc.) de
aquellas personas que permanecieron a la
fuerza en estos campos, y de sus familiares que les siguieron durante su periplo
carcelario dando pie a la formación de barriadas enteras (Torreblanca, Valdezorras,
Palmar de Troya, etc.); que sirva de lugar
de encuentro y desarrollo de actividades
en torno a la memoria de unos acontecimientos que nunca más deben repetirse;
un sitio donde estudiantes de todos los niveles educativos accedan a un conocimiento de forma realista y veraz; en fin, donde cualquiera pueda realizar ese saludable ejercicio de recordar. Un centro parecido a los que existen en Andalucía para
crear conciencia social sobre nuestro
medio ambiente o el patrimonio cultural
en sus variados aspectos y manifestaciones. También la memoria forma parte de
nuestro patrimonio, intangible quizás, pero
que iniciativas como ésta pueden materializar para profundizar en sus valores (éticos, de identidad, de reconocimiento colectivo...).
Un centro de interpretación de estas características no es una novedad. Existe en
aquellos países que han sabido mirar su pasado sin complejos ni miedos, y lo hacen
desde los valores de una sociedad democrática que necesita reforzarlos para prevenir hechos y mentalidades como los que invocan la memoria ahora recuperada de
unas víctimas que sufrieron las consecuencias, precisamente, de la intolerancia y el
integrismo. Este Centro sería un buen colofón a este proceso, y desde hace un año venimos haciendo gestiones para sacar adelante esta iniciativa solicitando oficialmente
a la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir la cesión de los terrenos en los que se
levantó el campo de Los Merinales. Se trata
de una cuestión clave para la definición del
proyecto en el que también se ha implicado
la Universidad Pablo de Olavide en la definición del continente y contenidos. A partir
de aquí se podrá constituir una fundación
(como entidad de amplia participación) que
vaya a gestionarlo.
Un centro de interpretación se concibe
como un equipamiento específico para
hacer accesible el patrimonio (o el medio
ambiente, el paisaje, etc.) y sus significados. En él se valora especialmente el diseño de los contenidos y las fórmulas de
mejor comunicación con el público (debe
favorecer los mensajes de forma directa y
amena, y al mismo tiempo favorecer la participación física, sensorial e intelectual). En
muchas localidades está sirviendo para canalizar algunas de sus aspiraciones en
torno a un argumento que tiene un significado especial para esa ciudad o pueblo
(un espacio natural, un patrimonio cultural, un hecho histórico, etc.). En el caso de
Dos Hermanas podría ser (no sería el
único) el canal, el trabajo esclavo, los
campamentos de presos políticos… que de
alguna manera forman parte de su historia
reciente. Este tipo de centro se ajusta bien
a un patrimonio como el de la memoria, todavía poco valorado (un patrimonio intangible, frágil, depositado en las personas individualmente, hecho colectivo con su
puesta en común…) pero de especial fuerza por su significado real. Dedicar unos esfuerzos de su gestión a recuperar esta memoria colectiva y a contribuir a reparar la
deuda que como sociedad democrática tenemos, se presenta como una oportunidad
llena de valores en sí misma.
La fórmula que se baraja para su construcción sería una Escuela-Taller, una fórmula de especial valor por su dimensión
formativa en el marco de la ejecución de
proyectos ligados a la resolución de problemas locales o a la promoción de sus oportunidades, así como para la propia organización operativa del Centro de Interpretación (elaboración material de contenidos,
gestión, dinamización, etc.). Delimitada la
parcela que ocupó dicho campo de concentración, se podrían considerar tres
áreas de ordenación: un espacio libre, delimitado por el sifón del Canal, la compuerta existente al suroeste, la parcela propiedad privada del sur y la CN-IV, y sobre el
que ya se ha realizado una plantación simbólica; la zona de equipamiento expositivo, compuesta por algunos pabellones de
los presos, de los que existen restos de su
cimentación; y una zona administrativa,
que podría ubicarse en lo que fue en su día
las oficinas del campo.
Para los contenidos expositivos contamos
con la investigación realizada (El Canal de
los Presos. De la represión política a la explotación económica. Editorial Crítica,
2004 -ver reseña en p. 127-), y la colaboración de otros técnicos de la interpretación y el diseño de equipamientos públicos
(pedagogos, antropólogos, historiadores,
diseñadores gráficos, etc.) que han expresado su apoyo activo a esta iniciativa. Ya
tenemos acumulados bastantes documentos y materiales en diferentes soportes, y
aún seguimos recibiendo nuevas aportaciones y deseos de colaboración, tanto de instituciones (el más reciente el acuerdo del
Ayuntamiento pleno de Dos Hermanas)
como de personas que conservan en su
poder, y en su memoria, valiosos testimonios. Un peso decisivo tendrán los formatos audiovisuales (reportajes, documentales, noticias, etc.), un soporte de información que estamos impulsando como medio
para conservar la memoria.
Estamos convencidos de la importancia de
la memoria como parte del patrimonio de
los pueblos (como dice la Constitución en
su Art. 46), de su valor de identidad y cohesión social, pero también como referente
necesario para comprender el presente y
proyectar nuestro futuro.
Autor: Gonzalo Acosta Bono, (Geógrafo urbanista).
Publicado previamente en la revista: PH Boletín del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, nº52, febrero 2005, p. 106-107

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