La victoria franquista no trajo paz para los vencidos. En lugar de reconciliación, comenzó una etapa de persecución sistemática. Familias enteras fueron marcadas por el hambre, el miedo y el estigma. La dictadura que se instauró no solo consolidó el poder de los vencedores, sino que perpetuó el sufrimiento de los derrotados, quienes enfrentaron años de represión y exclusión social.
En Dos Hermanas, como en tantas otras localidades, la fosa común es un recordatorio de la necesidad de justicia y memoria histórica. Cada cuerpo enterrado allí representa una historia truncada, una vida arrebatada. La lucha por dignificar a estas víctimas y reconocer su sufrimiento sigue siendo una tarea pendiente. Esperamos la pronta recuperación de todos los restos y que sus familiares puedan darles un entierro digno, al fin.
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